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Altar de muertos de Arturo González Pérez

Arturo González Pérez
Arturo González Pérez fue hijo del Dr. Francisco Alejandro González Hernández y Doña Ester Pérez Limón. Nació en General Cepeda, Coahuila, el 29 de marzo de 1920, falleciendo en la ciudad de León, Guanajuato el 7 de julio de 1995.

Al terminar la secundaria se trasladó a la capital del estado, Saltillo, ingresando al Ateneo Fuente a estudiar la preparatoria. En esta ciudad vivió en una casa de huéspedes que tenían unas primas, Ma. Concepción (Conchita) Guerrero de Trouselle y Reynalda (Reyna) Guerrero Hernández, con quienes a la postre se criaría uno de sus hijos... pero eso es otra historia.

Al dejar los estudios ingresó al Gobierno del Estado en los tiempos del General Pedro Rodríguez Triana como Gobernador (1938-1942), quien, dicho sea de paso por la cercanía del festejo del Aniversario del inicio de la Revolución Mexicana, participó muy activamente en ella... aunque esto también es otra historia.

Colaborando, pues, con la Tesorería del Estado, es enviado como Recaudador de Impuestos a Parras de la Fuente, Coahuila, donde conoce a quien fuera su esposa por más de cincuenta años: María Elena.

Al cambio de gobierno, y como ocurre en la actualidad, la gente de confianza del General Triana pasaron a las filas del desempleo, siendo cuando don Arturo se integró a la profesión a la que le dedicó más medio siglo: Agente de Ventas.

De su matrimonio nacieron seis hijos en Parras de la Fuente: Francisco Arturo, Armando Marcial, María Elena, María Esther, Eduardo Carlos y José de Jesús, quien falleció antes de cumplir dos meses de nacido.

Con toda su familia cambió de residencia, yéndose a radicar a Saltillo, donde permanecieron durante seis años, para posteriomente ubicarse en León, Guanajuato, donde nació el pilón familiar: María Teresa, y donde permanecería hasta su muerte. Al fallecer contaba con quince nietos y dos bisnietos.

Don Arturo fue un hombre muy trabajador, recto, aficionado al beisbol (aunque no iba a los estadios, escuchaba los partidos por radio y compraba las revistas semanales Hit y Súper Hit), y a la lectura, con lo que adquirió una cultura muy amplia, lo que le permitía sostener conversaciones muy amenas sobre diversos tópicos y con todo tipo de gente.

Don Arturo... podría seguir escribiendo mucho sobre usted, pero aquí me detengo para no cansar a los lectores, así que reciba este pequeño pero sincero homenaje de quienes lo amamos y extrañamos.

Notas: El Jarabe Pateño que se puede escuchar en este aporte, está considerado como uno de los más alegres con que cuenta el folclor mexicano, pues en él ni por un momento se pierde la euforia del ritmo. Se le llama pateño porque se originó en la antiquísima Hacienda de Patos, hoy General Cepeda, Coah. Pueblo mágico. El Jarabe, del compositor Jonás Yeverino Cárdenas, originario de esa ciudad, fue declarado como pieza musical representativa de Coahuila, la cual es reconocida a nivel mundial.

Aporte: Armando Marcial.

Reflexión

Día de muertos, día de reflexión y meditación. Es cuando se nos arruga el alma al saber que tendremos que morir. Es lo único seguro, es lo inevitable, pero no lo aceptamos y preferimos cambiar el tema.

Jugamos a vivir, sabiendo que tendremos que morir. Vivir es ir muriendo cada día, porque cuando nacemos nuestro reloj biológico comienza su marcha hacia el final. Le tenemos miedo a la muerte, porque desconocemos qué misterio esconde detrás de su oscuro manto.

Cuando llegue el día del encuentro con la muerte cerrarán nuestro ataúd, y el silencio y las sombras abrazarán nuestra alma. Cuando todo haya terminado y la esperanza haya muerto, la única luz que alumbrará nuestra vida serán las obras que dejamos, el bien que en esta vida realizamos y los frutos que en nuestro entorno logramos plantar.

Nadie muere del todo, si cuando se va deja amistad, servicio, bondad, sonrisas y amor con su presencia.

La muerte nunca tendrá la victoria, pues le ganamos la partida al dejar lo mejor de nosotros en los seres que servimos, ayudamos y amamos.

Día de muertos, día de reflexión y meditación, para pensar en la muerte y poder disfrutar de la vida. "El cristiano no le puede tener miedo a la oscuridad de la muerte, pues ha depositado su fe en Cristo, que es antorcha de amor y de esperanza, la cual alumbrará nuestra vida hacia la eternidad". Roberto Díaz y Díaz. Mérida, Yucatán, 1999.

Aporte: Armando Musical.

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