Hizo estudios comerciales y trabajó en las Bodegas del Marqués de Aguayo, época en que conoció a quien sería su compañero por más de media centuria: Arturo González Pérez
Su carácter fuerte, pero a la vez alegre, permitieron que superara infinidad de adversidades que se le presentaron en su larga vida, siendo un ejemplo para toda su familia.
En León, Guanajuato, fue socia fundadora de las Mesas Redondas Panamericanas, ocupando diversos cargos directivos y siendo Directora en dos o tres períodos.
Al fallecer contaba con dieciséis nietos y catorce bisnietos.
A la muerte de su esposo se trasladó a la ciudad de Morelia, con su hija Mayte, localidad donde vivió sus últimos años de vida y donde entregó su alma al Creador, aunque sus cenizas descansan en el templo de San Maximiliano Kolbe, de León, Gto., al lado de las de su marido y de las de sus hijos Eduardo Carlos y María Elena.
Su hijo Francisco Arturo dice: Hay recuerdos inborrables y hay recuerdos dificiles de pronunciar... y más aún, dificiles de escribir, pues estan tan grabados en el corazón como una cicatriz viviente.