Muerte... ¡cómo dueles!.
La muerte de un ser querido
¡aniquila parte de tu alma!;
para recuperar la calma...
es necesario ser renacido.
¡Cómo lloré a mis hermanas!
¡Cómo lloré a mis padres!
Los velamos la familia, amigos y compadres.
Para el olvido... miles de semanas.
Hace días... la muerte de mi hermano
que aprendí a conocerlo hace poco.
Comprendo a quien se vuelve loco
ante la ausencia de una cálida mano.
La querencia no es por la hermandad
sino por el trato permanente;
tres años que estuvo siempre en mi mente
que alejó mucho a mi «amiga» soledad.
Sea ataúd, sarcófago o urna,
qué importa para el fallecido.
Él tiene homenaje bien merecido
pues llegó al final que inició en la cuna.
No le temo a la muerte...
¡mucho la vida he gozado!
Hoy estoy total destrozado...
y sé que pronto seré inerte
Adiós no te digo, hermano generoso;
siempre estarás en mi ser;
tu imagen volverá a crecer
cada vez, con mayor gozo.